por Beatriz Tudela
Los tiempos han cambiado y ya no hace falta ser un hippy ecologista para comulgar con el mantra de la alimentación sana y natural. Lo vimos a principios de mes en el Hub Madrid. Los que acudieron a dar una vuelta al Mercado de la Buena Vida ni tenían rastas, ni vestían de colores, eran gente normal, preocupada tan solo por descifrar que es lo que verdaderamente se llevan a la boca tras el paso por el supermercado.
Para ser conscientes de nuestra alimentación el proyecto de La buena vida propone precisamente saltarse la intermediación de las grandes distribuidoras y acercar los consumidores finales a los productores. Su máxima es la producción artesana basada en la tendencia cada vez más demandada de los Farmer’s Market. Y la lista de beneficios es importante: alimentos más saludables que salvan ciclos de refrigerado y conservantes necesarios para la distribución, fomento del tejido productivo local, menor conste de infraestructura para la venta, y la creación de encuentros sociales que beneficios tanto a productores como a consumidores.
Esto es lo que pretendía la buena vida con la iniciativa de Madrid. Allí pudimos degustar vino y cervezas artesanas, zumos naturales, y llevarnos para casa huevos de granja, frutas y verduras ecológicas, ahumados y escabeches artesanos o pan con denominación de origen.
Además se organizaron talleres infantiles de creación de huertos urbanos para que los pequeños aprendieran a cultivar su propio huerto utilizando semillas orgánicas y materiales reciclados. Los talleres fueron impartirlos por Germinando, una cooperativa con seis años de vida que, entre otras actividades, organiza cursos de agroecología, huertos urbanos y jardinería.
Más info: mercadolabuenavida.es